EL GRADO DE COMPAÑERO O LA ETAPA
ILUSTRADA
El aprendiz masón, tras
cubrir el periodo de tiempo necesario para meditar serenamente sobre
la enseñanza propia de su grado, era ascendido al grado de compañero
en una nueva ceremonia ritual (F. del Pino, Manual del Grado de
Compañero Masón, o. c. p. 35).
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Plancha del segundo grado rito
francés, 1821 |
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Plancha del segundo grado, Francia,
1848
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Durante el rito de ascenso al
grado de compañero el aspirante debía realizar cinco viajes alegóricos
en el interior del templo, rememorando los viajes que emprendían los
masones medievales por Europa para perfeccionar su arte. Algún ritual
también los asociaba a los cinco años de silencio que Pitágoras exigía
a sus discípulos para que, fortalecidos con la meditación y la
experiencia, pudiesen a su vez enseñar mejor y hacerse más dignos de
los que les escuchaban. Para realizar los nuevos viajes el candidato a
compañero disponía desde el primer momento del sentido de la vista. Si
bien una buena parte de la nueva enseñanza seguía transmitiéndose por
vía oral, ahora era reforzada por códigos escritos y por un
interesante aparato iconográfico. Los sentidos del gusto y del tacto,
que habían sido importantes cauces de percepción durante la ceremonia
de aprendiz, quedaban solapados; y el oído dejaba de ser el principal
canal de conocimiento para tener que compartir dicha primacía con la
vista. Al no existir, por otro lado, los efectos sorpresa durante los
viajes, la atención podía concentrarse más en un trabajo de
asimilación mental.
Los cinco viajes alegóricos
mostraban sucesivamente:
1)
La importancia de los sentidos corporales en la adquisición de
conocimientos;
2)
El interés estético de los órdenes arquitectónicos;
3)
La necesidad del conocimiento científico-técnico;
4)
La utilización y trascendencia de la filosofía y los filósofos;
5)
El sentido del templo masónico como símbolo del universo.
El primer viaje representaba el
primer año de estudios del neófito, que debía emplearse en conocer la
calidad de los materiales con que se iba a edificar el templo
simbólico y la manera de prepararlos. A tal propósito se le entregaban
un mazo y un cincel para «quitar del alma las asperezas de la
ignorancia y grabar en ella los principios inmutables de la masonería»
(J. Ruiz, Ritual del Compañero…, o. c., p. 43). El primer
material a preparar era el propio masón, por lo que se imponía el
conocimiento de sus sentidos que le permitían «relacionarse con el
mundo exterior y despertaban la actividad de las facultades del alma»
(J. Ruiz, Ritual del Compañero…, o. c., p. 43).
En el segundo viaje el mazo y
el cincel se sustituían por una regla y un compás. Con la regla se
indicaba que el masón debía ser justo, equitativo y recto en sus
relaciones con los demás; y con el compás venía representarse la
sabiduría, la prudencia y la circunspección. Avanzado en la ceremonia
se obligaba a realizar un tercer viaje al iniciando, en el que
se le entregaban una regla y una palanca. La lección principal de este
tercer viaje consistía en hacerle comprender que la enseñanza de las
artes liberales estaba llamada a dirigir la acción de las facultades
humanas. El Venerable, en presencia de grabados que representaban las
distintas ciencias y artes, explicaba elementalmente el objeto
científico de las siguientes materias: Gramática, Retórica, Lógica,
Aritmética, Geometría, Astronomía y Música, incluyendo en algunos
rituales Trigonometría, Navegación, Arquitectura, Agrimensura y otras
varias técnicas y ciencias. Este tercer viaje era un verdadero canto
al poder de la ciencia y del arte, en cuanto tenían de humanizador
frente a la ignorancia que esclavizaba a los pueblos, por ello los
grandes científicos y artistas se presentaban como verdaderos modelos
de identidad al futuro compañero.
Para realizar el cuarto viaje
se proveía al recipiendiario de una regla y de una escuadra. En el
lenguaje de metáforas arquitectónicas propio de la masonería, estos
instrumentos servían para colocar unas piedras talladas junto a otras
de forma que sus aristas coincidiesen. De nada serviría poseer los
conocimientos y virtudes si no se colocaban unos junto a otros, para
que el vicio y la duda ignorante no encontrasen huecos donde poder
ocultarse. Dicho de otro modo, después de haber estudiado las artes
liberales, la cuarta etapa de los trabajos del compañero debía empezar
con la aplicación de estos conocimientos en bien de la sociedad (E.
Caballero de Puga, Ritual Escocés del Compañero…, o. c., p.
38). En el cuarto viaje se presentaban los nombres de Solón, Sócrates,
Jenofonte, Platón, Licurgo, Pitágoras. La selección de nombres
obedecía, a que eran filósofos que habían creado escuelas o academias,
en cierto sentido iniciáticas, para exponer su filosofía esotérica.
Durante el quinto y último
viaje el aspirante llevaba las manos libres sin ningún instrumento,
pero conservaba durante la ceremonia el mandil de aprendiz. Con ello
se quería representar la libertad social, a la que solo debía tener
acceso el hombre que trabajaba moral y materialmente en beneficio de
sus semejantes. Al terminar el viaje se mostraba al iniciando el
cuadro del templo masónico en grado de compañero, que significaba el
Universo, verdadero templo del Gran Arquitecto, que sólo era posible
construir por medio de la virtud, la ciencia y el trabajo. El Experto
llamaba la atención sobre la Estrella Flamígera, en cuyo centro
destacaba la letra G. Todos los rituales se esforzaban en dar su
versión sobre el significado de esta enigmática letra.
Resulta obvio que la finalidad del
grado segundo no podía consistir en que el compañero masón llegase a
adquirir el conjunto de todos los saberes, cosa por otro lado
imposible, sino en que desarrollase actitudes favorables a su
adquisición. Se obligaba a estar abierto de por vida a adquirir nuevos
conocimientos intelectuales, según su capacidad y posibilidades,
puesto que, en el concepto masónico, el grado de instrucción de un
individuo estaba en relación directa con sus posibilidades de
perfeccionamiento moral.
Como la información captada por el
neófito en esta ocasión era mínima, era complementada por una
instrucción posterior mediante nuevas explicaciones y la experiencia
en otras representaciones del ritual.
Extractado de: Pedro Álvarez Lázaro S.
J. (Universidad pontifica de Comillas), La Masonería Escuela de
Formación del Ciudadano. La educación interna de los masones españoles
en el último tercio de siglo XIX, Madrid, 1996, pp. 223-240.
Bibliografía citada:
- E. Caballero de Puga, Ritual del
aprendiz masón según documentos auténticos y originales ajustados en
sus definiciones a los áltimos adelantos de las ciencias filosóficas y
naturales, Madrid, 1883.
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Plancha del segundo
grado, etapa intermedia hacia el Sancta Sanctorum del templo de
Jersusalén... |
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por la que se “subía por una
escalera de caracol” (1 Reyes 6.8) |
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